La mesa impoluta, el lápiz afilado, y el papel blanco.
Blanco.
Blanco.
Blanco.
Blanco.
Y de repente, trazo.
Trazo.
Trazo.
No quiero escribir.
Dejaré que la lencería se marque en el papel.
Haré sombras y haré volúmenes.
Dejaré que lo que pienso se plasme en el papel.
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