Si no me escondo tras la persiana de la ventana, puedo
observar el jardín que no existe. Puedo ver varias flores, pero observe una
rosa con diferentes matices. Entonces la invite a subir a casa, para que con la
brisa pintara mi cuerpo de colores.
Tuve el valor de decirle te amo. Tuve la suerte de escucharlo de vuelta. La
rosa nunca soñó con un señor tierno
y humano, pero le prometí que junto a mi tendría todos los pigmentos del
arcoíris. Entonces desperté en la cama y suspire. Volvería a soñar con ella, porque estaba a mi
lado.
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